jueves, 25 de octubre de 2007

LA CASA DE LOS MIL ESPEJOS

Se dice que hace mucho tiempo en un pequeño y leja­no pueblo, existía una casa medio destruida y abandona­da. Cierto día, un perrito, bus­cando refugiarse por el incle­mente sol que hacía, logró meterse por el agujero de una de las puertas de la casa. Su­bió despacio por unas viejas escaleras de madera y al lle­gar arriba ¡zas!, se topó con una puerta entreabierta por la que, lentamente y con mucho cuidado, se metió en un cuar­to y para su sorpresa vio que allí dentro había mil perritos más que le miraban tan fija­mente como él los miraba a ellos.

El perrito, lentamente, comenzó a mover la cola y a levantar las orejas. ¡Y vio con asombro cómo los mil perri­tos hacían lo mismo! Después sonrió y le ladró alegremente a uno de ellos y se quedó maravillado al ver que los mil perritos: ¡sonreían y ladraban alegremente con él!. Cuando el perrito salió de la casa, pensó, muy conten­to: "¡Qué lugar tan agradable! Vaya venir más veces a visi­tarlo".

Poco tiempo después, en otro día de intenso calor, otro perrito se metió por el mismo agujero, de la misma puerta, de la l1ilisma casa abandona­da. Subió por las mismas vie­jas escaleras hasta la misma puerta, entre abierta y fue a parar en el mismo cuarto.

Una vez allí, sorprendido como el primer perrito vio con estupor que lo estaban observando otros mil perritos más, semejantes a él. Pero a diferencia de nuestro primer perrito, este se sintió amenazado porque pensó que lo estaban mirando de forma agresiva.

Entonces, molesto con ellos, comenzó a gruñir y claro, vio como los otros mil perritos, también gruñían. Lue­go, se puso ladrarles mas enfadado que antes y los mil perritos le ladraron a él enfadados también. En vista de la mala acogi­da que había tenido, se fue por el mismo camino que había venido, eso sí, muy dis­gustado y algo entristecido. Por eso, mientras caminaba bajo el sol y se retiraba de la casa, iba pensando: "¡Qué lu­gar tan horrible! Nunca más volveré a venir".

Lo que ni este perrito ni el otro sabían era que, colgado de la puerta por la que habían entrado en la casa, había un viejo cartel en el que estaba escrito: "LA CASA DE LOS MIL ESPEJOS".
Procura no reflejar nunca tu mal humor. Se suele decir que uno cosecha lo que siem­bra. Si tú vas por ahí salu­dando a todo el mundo con cariño, hablando bien de to­dos, favoreciendo a los nece­sitados, tratando con respeto a las personas, seguramente recibirás el mismo trato, res­peto y cariño de todos.

Pero si tienes una cara de perro, que nunca se te ve una sonrisa, que cuando hablas es para insultar o hablar mal de los demás, pues no espe­res recibir mejor trato. Sé bueno con todos y todos se­rán buenos contigo.

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